"¿No
sería posible propagar la viruela entre estas insurrectas tribus de
indios?"
(Sir
Jeffrey Amherst, comandante británico, en una carta dirigida al
coronel Henry Bouquest, que por entonces combatía a los indios en
Ohio y Pennsylvania, en 1.760)
La irrupción del COVID-19
desató un pandemónium que dió por tierra con las premisas
liminares que regían el sistema internacional tal como lo conocíamos
desde la caída del muro de Berlín, aunque la globalización
resultante del Consenso de Washington -consolidada como nunca en su
faceta económica de concentración de la riqueza y del poder-, ya
acumulaba retos a su concepción unipolar por potencias de segundo
orden como China y Rusia.
Si,
como dicen los expertos, en los últimos tiempos los Estados se
debatían en la incertidumbre estratégica para definir la
identidad del enemigo y asumir las nuevas amenazas que decantaban
muchas veces en guerras asimétricas1,
la aparición de un enemigo letal e imprevisible como la pandemia del
coronarivus expuso la endeblez del poder político y económico
mundial.
Este
enemigo invisible, que llevó a los países más poderosos de la
Tierra a declarar el estado de guerra, atacó la base de sustentación
de los Estados: la población.
No
conforme con ello, los efectos pronto se diseminaron a otro plano de
la dimensión estatal: el territorio.
Así
las cosas, cuando aún resta definir la verdadera naturaleza del
enemigo que desató las hostilidades -o si el COVID-19 es,
efectivamente, un agresor o un instrumento de agresión-2,
su imprevisibilidad pone a prueba la capacidad de reacción de los
Estados sin un criterio unánime que determine las posibilidades de
éxito y el cuántum de sus secuelas. Nadie
sabe con certeza cómo detener el avance del virus, cuál es su
período de supervivencia en el ambiente, cómo se traslada, qué
medidas son más efectivas para frenar o neutralizar su diseminación
hasta tanto se encuentre una vacuna.
Cuando
la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró al COVID-19 como
pandemia y manifestó preocupación por el alarmante nivel de
inacción de los Estados3,
la prestigiosa revista de Relaciones Internacionales norteamericana
Foreign Affairs clasificó al fenómeno como una amenaza para
la seguridad nacional.
En
simultáneo, el Centro MRC para el Análisis Global de Enfermedades
Infecciosas dependiente del Imperial College de Londres advirtió
acerca de los riesgos que implicaba para la salud pública.
En
ese contexto de incertidumbre y pánico, la ciudadanía se encontró
inerme ante los embates de un virus que ataca
por igual a ricos y pobres en cualquier lugar del mundo (población
y territorio),
a sociedades desarrolladas con un sistema de salud avanzado y -con
mayor razón-, a las de servicios de salud precarios.
Ciertos
países europeos adoptaron la filosofía holandesa4
como reacción, consistente en la decisión de no atender al grupo
etario más vulnerable (los ancianos) con excusas inverosímiles de
humanidad, abandonándolos a su suerte cual si fueran objetos de
descarte.
De
tal determinación se infiere el reflejo ontológico de la concepción
de poder que las élites sustentan con fines eugenésicos5,
tendientes a la consecución del control demográfico mundial.
La
ideología de la globalización, que había diluido hasta límites de
inexistencia las atribuciones del Estado-Nación, fragmentando la
representación política y construyendo un orden económico de
brutal concentración de riquezas en pocas manos y alta desigualdad,
resultó incapaz de brindar respuestas a esta crisis.
Las
instituciones de la gobernanza global (ONU, OMS), lejos de aportar
certezas se limitaron a declarar a la pandemia como una gran tragedia
y a verter recomendaciones de primeros auxilios.
Los
Estados, con diferentes cursos de acción y en capacidad de aglutinar
la voluntad común frente al desafío de la supervivencia,
comprendieron por primera vez en décadas cuán indispensable
resultaba el ejercicio del poder en el territorio para salvaguardar
los intereses vitales de su población.
La
faceta de esta nueva amenaza, cuyo potencial de letalidad se asimila
al de una guerra convencional, convirtió a la impredecibilidad en
vigilia estratégica.
En
Argentina, la máxima instancia del poder nacional -con el
beneplácito y la colaboración de todos los sectores-, movilizó
esfuerzos, asignó recursos y pospuso el dilema de la crisis
financiera del país para atender el más vital de los intereses: la
vida y la salud de la ciudadanía.
La
ponderación de elementos hasta entonces desdeñados -verbigracia las
hipótesis de conflicto, las nuevas amenazas, la Inteligencia para
evaluar situaciones estratégicas y el despliegue de las fuerzas
armadas para ayudar a conjurar la asechanza-, recobraron una
centralidad que jamás debieron perder.
La
planificación de la guerra contra el enemigo invisible se
redujo a la táctica y a la operatividad en el frente de batalla,
estableciendo allí el cuartel y los servicios sanitarios para actuar
e indagar.
La
prueba y error que caracterizan a las acciones carentes de certeza,
por ciertos se desenvuelve entre paradojas: el aislamiento masivo y
la interconexión global para intercambiar experiencias y tratar de
establecer criterios sanitarios uniformes; la necesidad de inyectar
liquidez a una economía mundial sumida en la recesión y las
reticencias del sector financiero a resignar ganancias; el inesperado
surgimiento del Estado como actor central frente al colapso y
la retracción especulativa de los mercados; la revaluación de la
política como instrumento de poder fagocitando a las
ideologías que fragmentaban espectro social; la injerencia de los
científicos en el proceso de toma de decisiones y la negligencia de
algunos políticos a la cabeza de los gobiernos; la demanda de la
sociedad al Estado para que los médicos y científicos tengan la
conducción de la crisis y el minúsculo gesto de segregación de
consorcios de propietarios en la metrópolis; la prioridad de la
salud pública y el contraste con el derrumbe de la actividad
económica, imprescindible para financiar cualquier política de
Estado.
Elaborar
estrategias eficientes requiere de datos y certezas.
Cuando vemos que en nuestro país se desdeña el aporte de la
Inteligencia por el enfoque doméstico persecutorio que se le
ha asignado erróneamente, las potencias incrementan su uso para
superar la incertidumbre estratégica y determinar con
precisión las amenazas a la seguridad nacional.
La
vigilia estratégica que, como concepto, dimana de la noción
clausewitziana de vigilia defensiva en un conflicto, tiene como
elemento sustancial a la Inteligencia.
Ella
permite rastrear con sigilo los movimientos del enemigo y encontrar
datos e informaciones que contribuyan a la superación del estado de
incertidumbre, indispensable en toda estrategia. La situación de
vigilia, especialmente en los países afectados con posterioridad al
estallido de la pandemia en Wuhan (China), permitió el accionar
táctico-operacional a partir de la alerta temprana y la capacidad de
movilizar a toda la población en el cumplimiento de las medidas de
aislamiento.
Las
agencias de Inteligencia de los Estados Unidos6,
por ejemplo, redoblaron la vigilia sobre los Estados con que este
país tiene hipótesis de conflicto (China, Rusia e Irán)
focalizándose en Internet para monitorear el flujo descomunal de
información, evitando que se convierta en un arma contra sus
intereses vitales
al atacar a la población con contenidos falsos sobre la pandemia. El
combate a los ciberataques sobre la estructura de seguridad y la
economía, a la desinformación organizada, al robo de información
estratégica, a la alteración de datos científicos que buscan una
vacuna contra el virus COVID-19, el bloqueo de servidores o de la red
internet, constituyen por estas horas la tarea de guerra de los
servicios de inteligencia.
La
Inteligencia militar y la doméstica trabajan con mensajería
encriptada en este escenario de guerra psicológica que incrementa
los riesgos a niveles que ponen en juego la supervivencia nacional.
Ni China, ni Rusia, ni Gran Bretaña o Estados Unidos han cedido en
sus operaciones de inteligencia habituales, a pesar de la tregua que
declaman en público.
La
Inteligencia estadounidense también deslizó información
clasificada acerca de las maniobras de China para ocultar las
catastróficas secuelas de la pandemia en su territorio. Al parecer,
las cifras reales de víctimas y los vectores de propagación del
contagio fueron sistemáticamente omitidos. Para los funcionarios de
la administración norteamericana el ardid de China influyó en la
forma de gestionar la información sobre la naturaleza del virus y de
la pandemia, perjudicando los sistemas de alerta temprana.7
La CIA, sin embargo, facilitó al máximo nivel de gobierno
información que anticipaba un riesgo epidemiológico grave, capaz de
transformarse en pandemia.8
Un
sistema de Inteligencia artificial utilizado por Canadá que
monitorea el flujo de información en las redes para identificar
amenazas y delinear estrategias detectó a fines de Diciembre de
2.019 el brote de la epidemia, y elaboró un servicio de alerta
temprana al que nadie prestó atención. Este se basó en la
captación de datos personales e historias clínicas como insumo para
elaborar estrategias efectivas ante una posible epidemia, y despertó
el debate acerca del acceso a información personal por parte de las
agencias privadas.9
En
Israel, el servicio de Inteligencia interior (Shin
Beth) rastrea a los pacientes
asintomáticos con tecnología de punta en la identificación facial
de presuntos enemigos, un arma de uso dual (civil y militar) con
fines sanitarios. Dirigida por el Shin Beth, la policía aplica el
diseño tecnológico a través del sistema de comunicaciones y -sin
autorización judicial previa-, localiza a los infectados y establece
las medidas de aislamiento por zonas, así como el monitoreo a través
de los celulares. Estas medidas de control permiten, a su vez, mapear
los focos de la pandemia y organizar la información para la
estadística sanitaria. El trabajo del Shin
Beth con la policía produce
información de inteligencia estratégica y colabora con la salud
pública y la seguridad nacional.10
En
el ámbito científico, las neurociencias pasan a ser parte del
dispositivo de Inteligencia de los gobiernos serios del mundo11,
por su contribución al conocimiento científico de la conducta
humana y del comportamiento social. Los ribetes políticos y
económicos de la crisis, igualmente impredecibles, se combinan con
las emociones individuales y colectivas, afectando no solamente al
entorno social de un país sino a las relaciones internacionales.
Prorrumpe entonces la angustia existencial que la crisis de valores
del sistema postmoderno ocasiona, alentando el pánico en todas las
latitudes. El hombre como ser social no encuentra las respuestas
trascendentes que alguna vez la civilización halló en las
religiones, de las que se distanció por la influencia materialista e
individualista del sistema profano global.
La
contribución de las neurociencias al sistema de Inteligencia de los
Estados desarrollados finca en el aporte científico al proceso de
toma de decisiones del poder político en situaciones de
incertidumbre estratégica. Los hombres de ciencia anticipan la
imperiosa vuelta a los valores sociales de solidaridad, cooperación,
inteligencia colaborativa, conocimiento especializado y sentido de
propósito, como único atajo para abandonar la cultura
individualista, algo que desde otro ángulo del científico se
describe como la necesidad de pensar estratégicamente sin un enemigo
designado y en un acto de revolución mental que nos obligue a
abandonar ciertos hábitos y costumbres.12
Hemos
visto hasta aquí cómo los países desarrollados atribuyen un rol
prioritario al instrumento militar y al aparato de inteligencia13,
combinándolos con el sistema de salud y el núcleo científico,
para articular políticas de Estado que protegen sus intereses
vitales, algo que la Argentina ha menospreciado en las últimas
décadas.
La
súbita propagación de la pandemia modifica conceptos, prejuicios y
dinámicas dentro del poder político y de la opinión pública. A la
par que se promueve una conciencia de valores altruistas para romper
con el paradigma individualista, se torna ostensible el protagonismo
de las instituciones tradicionales que la postmodernidad había
declarado obsoletas.
La
familia, las Iglesias de los diversos cultos
cristianos, el Estado y las Fuerzas Armadas cumplen un
rol indelegable e imprescindible en la mitigación de los efectos de
esta guerra invisible. Y lo hacen actuando en dos de los más
importantes factores geopolíticos de la nación: la población
y el territorio.
La
nueva amenaza reviste un cariz epidemiológico que exige respuestas
inmediatas del Estado.
El
aporte científico y la Inteligencia con sentido estratégico
coadyuvan al proceso de toma de decisiones en el máximo nivel de la
conducción nacional.
No
podemos darnos el lujo de prescindir de ellos para combatir en esta
contienda impredecible.-
Güttner,
Carlos Hermann.
Buenos
Aires, 06/04/2.020
BIBLIOGRAFÍA
BORRELL,
José Luis. Lo real es biopolítico y el falso dilema entre
abrazar la peste o negar el poder. Sociedad Argentina de Estudios
Estratégicos y Globales. Buenos Aires, 21/03/2.020.
SPOTA,
Julio César. Ateneo al servicio de Leviatán. La inteligencia
como recurso estratégico del Estado nacional.
TELLO,
Ángel. La incertidumbre estratégica. Revista Latinoamericana
de temas internacionales, Vol. 4, págs. 147 a 155. Buenos Aires,
1.998.
1TELLO,
Ángel. La incertidumbre estratégica. Revista
Latinoamericana de temas internacionales, Vol. 4, págs. 147 a 155.
Buenos Aires, 1.998
2BORRELL,
José Luis. Lo real es biopolítico y el falso dilema entre
abrazar la peste o negar el poder. Sociedad Argentina de
Estudios Estratégicos y Globales. Buenos Aires, 21/03/2.020.
3Véase:
Coronavirus: qué significa que la OMS haya clasificado al
COVID-19 como pandemia. BBC, Londres 11/03/2.020, en
https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-51842708
4Véase:
Filosofía holandesa ante el COVID-19... El Confidencial. La
Haya, 27/03/2.020, en:
https://www.elconfidencial.com/mundo/europa/2020-03-27/paises-bajos-coronavirus-colapso-cultura-muerte_2517808/
5Véase:
BORRELL, José Luis. Op. Cit.
6Véase:
Espionaje y ciberataques en tiempos de pandemia, el desafío de los
servicios de inteligencia. La Nación. Buenos Aires, 24/03/2.020,
en:
https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/coronavirus-servicio-inteligencia-nid2346775
7Véase:
La inteligencia de EE.UU. acusa a China..., en:
https://rpp.pe/mundo/actualidad/coronavirus-covid-19-la-inteligencia-de-estados-unidos-acusa-a-china-de-ocultar-el-alcance-del-brote-en-el-pais-noticia-1255704
8Véase:
Inteligencia
advirtió a Trump...
The Washington Post, 01/04/2.020, en:
https://www.trt.net.tr/espanol/mundo/2020/03/22/the-washington-post-inteligencia-advirtio-a-trump-sobre-posible-pandemia-de-covid-19-en-enero-1382812
9Véase:
Una inteligencia artificial detectó antes que nadie... La
Vanguardia, 20/01/2.020, en:
https://www.lavanguardia.com/tecnologia/20200129/473201406158/inteligencia-artificial-china-wham-virus-corona.html
10Véase:
Coronavirus en Israel: espías y medidas antiterroristas...
Clarín, 17/03/2.020, en:
https://www.clarin.com/mundo/coronavirus-israel-espias-medidas-antiterroristas-pandemia_0_5xZDEE6P.html
11Véase:
Facundo
Manes: sobre cerebro, coronavirus y sociedad...
Infobae, 04/04/2.020, en:
https://www.infobae.com/coronavirus/2020/04/04/facundo-manes-sobre-cerebro-coronavirus-y-sociedad-vivimos-un-trauma-global/
12Véase:
TELLO, Angel. Op. Cit.
13Véase:
SPOTA, Julio César. Atenea al servicio de Leviatán. La
inteligencia como recurso estratégico del Estado nacional.