viernes, 1 de mayo de 2020

COVID-19, tendencias y certezas (Carlos H. Güttner)


Según los registros de la OMS y de la Enciclopedia Británica la pandemia del COVID-19 se ubica en el lugar 18° por su índice de letalidad en la historia.1 Hasta el día 30/04/2.020 causó 3.249.022 infectados en todo el mundo, casi 230.804 muertos y más de 1.000.000 de recuperados.

DATOS ECONÓMICOS
Mientras el mundo se estremece el FMI señala que la economía caerá un 3%, guarismo inédito desde la crisis de 1.930. El promedio del derrumbe para los países desarrollados se ubicará en el orden del 6%, y para América Latina del 5,2%. Las excepciones serán el crecimiento chino del 1,2% y de los países asiáticos en vías de desarrollo que trepará al 1%.
En Estados Unidos el presidente Trump impulsa un paquete de inversión pública e incentivos fiscales que oscila entre el veinte y treinta por ciento del PBI para mitigar el desplome. Durante los próximo cuatro meses las familias norteamericanas recibirán una ayuda aproximada de cinco a diez mil dólares. Chile y Perú invertirán el 6% de sus PBI en ayudas a la población, Brasil poco más del 4%, y Argentina anunció inversiones que rozan el 3% del PBI.
China, foco inicial de la pandemia, acusó el golpe pero reactivó su economía como polo industrial de insumos médicos para abastecer a los desbordados sistemas sanitarios del planeta. Según informes del periódico South China Morning Post, China se convirtió en los últimos meses en el mayor productor y exportador de protectores médicos, instalando veinte mil fábricas, de las que solo mil quinientas cuentan con certificación de calidad médica. Las compañías eléctricas se reconvirtieron y comenzaron a hacer máscaras de dudosa calidad para la desesperada demanda del mercado mundial.
Cuando los países poderosos reservaron para sí los insumos sanitarios China surgió como único proveedor mundial. Sus productos, sin embargo, distan de cumplir con los estándares de calidad y fueron devueltos en países europeos como Holanda, Alemania y España. No son pocos los que acusan a China de apelar a la diplomacia del barbijo2 para lavar su imagen y presentarse con benevolencia ante la comunidad internacional después de haber ocultado la gravedad del contagio del virus y silenciado las voces de alerta preventiva. Con notable habilidad Pekín despliega una maniobra de posicionamiento internacional justo en medio de la crisis, ofreciendo ayuda financiera e insumos sanitarios.
Para los referentes de la globalización la crisis económica consecuente no responde a factores estructurales del capitalismo sino a una pandemia que, lejos de quebrar el sistema, lo fortalece como comunidad de destino donde la solidaridad es un acontecimiento forzoso. Solo que la solidaridad no surge de los organismos de la globalización sino de los Estados nacionales.
Los detractores más radicalizados del capitalismo creen ver el derrumbe tantas veces anunciado y jamás cumplido. Es que las crisis recurrentes que en teoría auguran su final siempre derivaron en una inexplicable resiliencia con reformulación exitosa.
Mientras las fronteras permanecen herméticamente cerradas y el comercio paralizado, las amenazas de hambruna y desabastecimiento se incrementan. La población recluida se debate entre la ansiedad y el desasosiego en medio de una economía de guerra sin capacidad productiva por falta de mano de obra. La carrera por las vacunas, financiada por laboratorios y gobiernos, tiene más de veinte programas y ninguna solución a mediano plazo, por lo que la cuarentena es el único arma disponible para aplanar la curva de contagios. Los epidemiólogos vaticinan que mientras el setenta por ciento de la población global no se contagie y genere inmunidad, el tiempo de cuarentena se prolongará indefinidamente a menos que aparezca la vacuna.

DATOS POLÍTICOS
En un reciente reportaje a The Wall Street Journal Henry Kissinger atisbó que los Estados Unidos deben proteger a sus ciudadanos y, con urgencia, trabajar en la planificación de una nueva época.3 Señaló también que al terminar la pandemia de COVID-19, se percibirá que las instituciones de muchos países han fallado y que el mundo nunca será el mismo porque la agitación política y económica desatada podría durar por generaciones. Para Kissinger ningún país, ni siquiera Estados Unidos, puede en un esfuerzo puramente nacional superar el virus. Se requiere de una visión y programas de colaboración global. Estados Unidos está obligado a realizar un gran esfuerzo en tres dominios. En primer lugar, hay que apuntalar la resiliencia global a las enfermedades infecciosas a partir de nuevas tecnologías y programas de vacunación global, con preeminencia de la inteligencia artificial. En segundo lugar, hay que esforzarse por sanar las heridas de la economía mundial, cuya contracción es inédita y no se parece a nada que se haya conocido antes. Las medidas de aislamiento y distanciamiento social agravan más el escenario y deberían limitarse a los estratos más vulnerables. Y en tercer lugar, se deben salvaguardar los principios del orden mundial liberal, descartando la vuelta a la ciudad amurallada que la Ilustración demoliera con la prosperidad del comercio mundial y el libre desplazamiento humano. La pandemia ha provocado un anacronismo, un renacimiento de la ciudad amurallada en una época en que la prosperidad depende del comercio mundial y el movimiento de personas. Las democracias del mundo necesitan defender y sostener los valores de la Ilustración.
Sin embargo, lo más llamativo del reportaje finca en las claves estratégicas de la guerra fría que el ex secretario de Estado parece desempolvar, advirtiendo que un retiro global de los Estados Unidos del equilibrio del poder con legitimidad hará que el contrato social se desintegre tanto a nivel nacional como internacional. Esta cuestión milenaria de legitimidad y poder no puede resolverse en simultáneo con el esfuerzo por superar la pandemia, todas las partes deben hacer un ejercicio de contención, tanto en la política nacional como en la diplomacia internacional, estableciendo prioridades. El desafío para los líderes es manejar la crisis mientras se construye el futuro. El fracaso podría incendiar el mundo.
¿Contra quién busca ejercer la contención Kissinger? ¿Hay un nuevo actor con el cual se repartirá el mundo Estados Unidos a fin de sostener el equilibrio de poder tal como ellos lo conciben?
En contrapartida el historiador Walter Scheidel de la Universidad de Stanford escribió para The New York Times4 que no será la primera vez en la historia que una pandemia modifique el panorama económico, arrase con la población y provoque una catástrofe. El coronavirus, como otras plagas anteriores, podría cambiar el equilibrio entre ricos y pobres en beneficio de estos últimos si la mano de obra especializada llegara a escasear y los empresarios entraran a competir por ella. Scheidel cree que esta crisis provocará reformas distributivas como las de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial.
El filósofo francés Alain de Benoist afirma que la crisis sanitaria está haciendo sonar las campanadas finales de la globalización y de la ideología progresista dominante5, y aunque no se trata del fin del mundo sí es el fin de un mundo tal como lo conocíamos hasta ahora. Nada de lo global ha permanecido como regla, incluyendo la sociedad sin fronteras que ve -azorada- cómo las fronteras están más presentes y cerradas que nunca. La visión del homo economicus que los mercados financieros entronizaron como paradigma está definitivamente cegada, como todos los dogmas económicos. De todos modos, Benoist es escéptico con respecto al fin del consumismo de las sociedades.
El filósofo surcoreano Byung-Chul Han propugna la redefinición del concepto de soberanía en medio de la pandemia6: es soberano quien dispone de datos. Con ello el surcoreano postula que la soberanía es la administración y la utilización de datos, de big data, en pos del control y el cuidado de sus ciudadanos, tal como lo ha hecho su gobierno y el de otros países que aplicaron la geolocalización a través de los celulares para monitorear a los contagiados y delimitar los focos de propagación. Igualmente crítico de los estereotipos de la globalización, destaca que con el ingreso del virus se vuelve a completar el espacio vacío en la categoría “enemigo” que motiva la declaración del estado de guerra. Este regreso a la noción de “enemigo” es también un retorno de los pueblos a la comunidad, único atajo para encontrar solidaridad.

MÁS INFORMACIÓN EQUIVALE A MAYOR INCERTIDUMBRE
La impredecibilidad del escenario internacional se desenvuelve entre paradojas y viejas verdades que resurgen. El descomunal flujo de información es un fárrago de opiniones autorizadas que pierde y recupera verosimilitud a un ritmo alarmante. La volatilidad de los datos espanta por igual a legos y académicos, haciendo trizas los paradigmas y las hipótesis.
¿La cuarentena y la economía son incompatibles para la supervivencia? ¿El COVID-19 es un virus de diseño con fines eugenésicos? ¿Se trata de un arma estratégica o de un involuntario descuido que se propagó por accidente? ¿La humanidad es un campo global de experimentación para el control social? ¿Cuál es el verdadero trasfondo de la carrera científica por las vacunas y el rol de los laboratorios? ¿Sirven los organismos del sistema internacional neoliberal (OMS, FMI, BM) para sustituir a los Estados nacionales en crisis extremas?
Otro dato relevante que nos aporta la crisis estriba en la importancia de la cooperación científica y en el uso de la Inteligencia con sentido estratégico para coadyuvar al proceso de toma de decisiones en el máximo nivel de la conducción nacional y obtener así el más importante insumo de la soberanía postmoderna: el conocimiento.
Es una ficción suponer que el conocimiento es de libre circulación y disposición universal. Ninguna nación que desarrolló tecnología y se hizo potencia comparte sus valiosos tesoros estratégicos con otras. Se las reserva para sí y, en el mejor de los casos, alquila o vende parcialmente lo que no le implica resignar ventajas. Por algo existe la brecha tecnológica que genera la necesidad de asistencia y el negocio para vender o alquilar toda tecnología superada por otra mejor.
El conocimiento es poder y no se comparte, esta es una premisa realista. Por lo tanto, la soberanía nacional requiere de una ciencia nacional que produzca conocimiento e innovación propias, a fin de evitar la dependencia y los condicionamientos. Perón ya advertía en 1.974 las limitaciones de este modelo de subdesarrollo científico7: “El costo de la tecnología que venimos empleando es muy alto, principalmente porque el ingreso del conocimiento tecnológico no ha sido programado ni administrado con sentido nacional, preservando los intereses del país (…) será vital que las decisiones sobre el desarrollo de nuevos conocimientos que se incorporen a nuevas inversiones queden en manos nacionales o sean gobernadas por el país. Debe haber, en consecuencia, un poder nacional de decisión para conducir lo científico-tecnológico que nos interese.”

PARADOJAS CONSTANTES Y REENCUENTROS SALUDABLES
El margen lógico de incertidumbre estratégica que vivimos desde las nebulosas de la periferia aún no se puede superar y está dado por las paradojas que exhibe la crisis. Al comienzo de las restricciones percibíamos ciertos datos llamativos que, a esta altura, parecen configurar tendencias inobjetables.
La pandemia originada en la provincia de Wuhan actuó con mayor impacto nocivo en los países centrales del Occidente capitalista sin afectar centros neurálgicos como Pekín o Shangai. La debacle de los mercados mundiales contrasta con la incolumidad de los chinos, que rápidamente se salieron a comprar acciones y recursos estratégicos a escala global. Las industrias del mundo colapsaron pero China reaccionó con tal premura que reconvirtió sus industrias en productoras de insumos médicos para el mundo en tiempo récord. Los indicios de ocultamiento del brote pandémico y la reticencia a informar a la OMS para emitir alertas tempranas se contradicen con la admirable capacidad logística y financiera para construir hospitales en forma simultánea a la atención sanitaria. Las adquisiciones de activos financieros y bienes de primera necesidad hechas por compañías chinas cuando todos ignoraban la pandemia, así como las jugadas estratégicas para beneficiarse de la caídad de los precios de commodities, sitúan en mejor posición al gigante asiático que no experimentará merma en su crecimiento económico para este año en curso.
¿Qué lectura nos sugiere tal panorama? No se trata de establecer culpabilidades sino de hacer una correcta lectura de los acontecimientos y contribuir objetivamente a una política exterior inteligente que priorice nuestros intereses nacionales.
Al parecer, este nuevo actor que se venía insinuando como retador de la hegemonía atlantista en el orden de la globalización ha movido sus piezas en el gran tablero mundial. No nos engañemos, China ha sido parte de la globalización y sacó ventajas porque no se enamoró del instrumento sino que obró como potencia imperialista aplicando una estrategia que priorizaba sus intereses nacionales a largo plazo.
Queda ver cuál será la respuesta de la entente anglosajona que edificó el sistema a expensas de la destrucción de Europa e hizo del anticolonialismo una ideología afín a su injerencia expoliadora en América del Sur, Asia y África.8
Mientras tanto, en el convulsionado ámbito de nuestro país, las viejas instituciones que la postmodernidad había tildado de obsoletas son el único refugio seguro de una población espantada: La Familia, la Iglesia, las Fuerzas Armadas, los Sindicatos, los clubes de fútbol en tanto asociaciones civiles y el Estado nacional, se quedaron a poner el hombro y la vida.
El mercado y el jolgorio hedonista huyeron cobardemente al refugio miserable de la individualidad y del egoísmo, alejados de esa moral respetable de humanismo y solidaridad que dimana de la fe en un gesto antiguo de caridad y servicio, y que no sucumbe ni se retira a los aposentos de la indiferencia cuando la tragedia golpea. Sus evangélicos credos, de raíces perennes e inconmovibles, honran la vida y les pertenece a los que silenciosamente dan testimonio y frutos en medio de la desolación.
El Ejército Argentino, por ejemplo, activó catorce comandos conjuntos en zonas de emergencia y diez fuerzas de tareas en todo el país para ejecutar acciones de protección civil y alistó a todas las unidades militares de respuesta a la emergencia (UMRE). Se montaron hospitales de campaña; centros de refugio; comedores; centros de distribución de alimentos, agua, leña; destacamentos de fabricación de barbijos, carpas y alcohol en gel.9 Los sacerdotes de la Iglesia católica que ejercen su labor pastoral en los barrios humildes de cada rincón del país no se retiraron jamás del terreno de batalla, a diferencia de los autodenominados colectivos sociales de la política. Su inestimable contribución a las soluciones autogestionadas en base a la caridad supera por lejos cualquier iniciativa y garantiza la paz social frente al riesgo de desborde.
Los clubes de fútbol que resistieron la ola privatizadora desde su condición de asociaciones civiles con fuerte arraigo en las comunidades y barrios acondicionaron sus instalaciones para convertirlas en hospitales o centros de refugio y almacenamiento de insumos y ayuda alimentaria.
La familia fue el espacio del repliegue de la población aterrada, el sitio seguro adonde guarecerse del ataque del enemigo invisible. Su valor como primer núcleo ofensivo y defensivo de la nación se manifestó en el único lugar donde se ponen a prueba todos los sistemas y las ideas: la realidad.
A pesar de décadas de embates destructivos por parte de la ideología dominante, la familia se mantuvo firme como institución básica de la nación, sobreviviendo a la disgregación de la postmodernidad y sirviendo como pilar de supervivencia y refugio. Aquellos sólidos fundamentos morales y religiosos de la fe cristiana que inspiraron a la familia argentina reaparecieron como puntales del hombre en crisis, justificando su misión en la historia.
La familia, vilipendiada por la ideología egotista que propició la disolución progresiva de la dimensión espiritual del hombre10 hasta convertirlo en objeto, fue el refugio salvador de un mundo en crisis, desesperado y sin afectos. Como nunca antes, corroboramos su rol en la faceta espiritual que involucra lo individual con lo comunitario. En el seno de la familia se moldea con valores al hombre de la comunidad nacional, y a partir de la familia se implementa la justicia social que garantiza la conservación de la especie en tiempos de devastación.
Hay fundamentos ontológicos imperecederos que reverdecen en medio de los infortunios y se expresan como reencuentros con las dimensiones trascendentes que el materialismo liberal-progresista había abolido en el pedestal arrogante de la postmodernidad. Un antiguo aforismo dice que la inteligencia se capacita para descubrir verdades nuevas redescubriendo verdades viejas.11
Y una de esas verdades es el reencuentro con la dimensión espiritual del hombre. De pronto la fatalidad produce tal derrumbe en el ánimo, tanto pánico a la proximidad de la muerte y a la nada, que el hombre descubre la oquedad del hedonismo, la vanidad de lo superfluo y también la luz al final del túnel suministrada por la fe. Las respuestas existenciales que la religión brindó desde antaño en pos de certezas que dan sentido a la vida no han desaparecido, permanecen al alcance de los atribulados.
Otra verdad es el reencuentro con los vínculos afectivos, que se sienten y no se explican; que enseñan el valor de dar la vida por otros, de sacrificarse, de tender la mano, de acompañar el sufrimiento con la lealtad o, simplemente, de querer y estar al lado de alguien.
Hay un reencuentro con el espacio, lejos de la realidad virtual que impone la aldea global. Se descubre un ámbito físico real que tiene que ver con la territorialidad del ser: el hogar, el vecindario, el barrio, la ciudad, el propio país. Es el espacio desde donde se es alguien con otros y desde donde uno se proyecta hacia todas las direcciones posibles.
No menos relevante es el reencuentro con la comunidad y con el sentido de pertenencia a un grupo que tiene rasgos comunes. Se entiende, al fin, que la efímera superficialidad del consumismo sucumbe ante la reaparición de la comunidad de valores, de afectos, de tradiciones, de fe, de lazos familiares y amistosos, de cultura y de nacionalidad.
Vivenciamos también un reencuentro con la identidad. El hombre se percata de que es uno con el otro y no sólo, que sólo es nadie y se pierde en la nebulosa de la nada. Toma conciencia que la identidad que lo hace ser alguien y le da sentido a su existencia es constante, tiene estabilidad, es firme, porque se asienta en una comunidad. Allí fenece la individualidad superlativa y volátil dependiente del orden social.
La comunidad da sentido de pertenencia y atribuye identidad como valor de estabilidad. La sociedad, en cambio, da sentido de posición social y es inestable porque acentúa la individualidad y el egoísmo.
La comunidad promueve sanos sentimientos y convoca a la solidaridad. La sociedad, por el contrario, exalta el individualismo y genera competencia y resentimiento en el hombre. Una es la piedra angular de la supervivencia en horas dramáticas, la otra es base de barro en la cotidianeidad de un mundo displicente.
Todas las ideologías se hicieron trizas en el implacable contexto de la realidad. Permanecen de pie las añejas verdades e instituciones que los pueblos recibieron al inicio de los tiempos para transitar su destino. Tal vez sea el momento de salir del refugio para reedificar sobre sólidos cimientos, esos mismos bastiones de roca firme que nos resguardaron del catastrófico drama de la pandemia.
Los indicios y tendencias que enunciamos anticipan una reconfiguración del orden internacional como no se daba desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
La hegemonía del orden liberal-socialdemócrata encontró un retador impredecible gobernado por el regimen autoritario de una cultura milenaria que alcanzó el éxito económico en el campo capitalista con mano de obra esclava para los cánones morales de Occidente.
Argentina necesita recomponer su frente interno y formular una estrategia soberana basada en sus intereses nacionales, lejos de las ideologías y de los alineamientos automáticos con los bandos en pugna. Debemos observar una neutralidad inteligente para obtener ventajas estratégicas y satisfacer nuestros intereses. La dirigencia argentina padece una patología crónica que debe remediar: el complejo de subordinación a doxas importadas, diseñadas en usinas culturales extranjeras para introducir el estado de guerra civil e impedir formulaciones propias, acordes a los intereses vitales de la nación.
Aún así, comprendemos que los Estados siguen siendo los únicos con capacidad de aglutinar la voluntad común frente al desafío de la supervivencia.
Cuando se ataca la base de sustentación nacional (la población) y los efectos del ataque se diseminan al otro plano de la dimensión estatal (el territorio) se revaloriza la importancia de los restantes elementos de su constitución: la soberanía y el gobierno.
Por primera vez en décadas se vió cuán indispensable resulta el ejercicio del poder en el territorio para salvaguardar intereses vitales de la población. Los organismos del sistema internacional (OMS, FMI, BM) se han mostrado incapaces de sustituir a los Estados nacionales en la resolución de crisis extremas. Éstos reaparecieron en la escena aplicando sus propias estrategias para afrontar la hecatombe. La gobernanza global se mostró inoperante y frívola, a diferencia de las viejas instituciones del Occidente cristiano, esas que parecían pilares en ruinas de un orden civilizatorio suprimido y terminaron siendo referencias de salvataje y resguardo.
Se torna imperativo retomar la planificación como precepto fundamental de una estrategia soberana traducida en políticas de Estado. El panorama que se avecina es, tal vez, mucho peor al de una guerra mundial, y como alguna vez dijo Perón cada vez que eso sucede nos hacen pagar los costos a los países periféricos.
Un revés táctico puede sortearse si hay una buena estrategia. En cambio, si la estrategia es deficiente, ni todos los aciertos tácticos garantizarán la victoria. A la necesidad general debemos oponer una voluntad común y trabajar unidos para superar la crisis.-

REFERENCIAS
1- En las estadísticas figuran: 1°) Peste Negra (1.347-51) que se cobró la vida de 200 Millones de personas; 2°) Viruela (1.520) que se cobró la vida de 56 Millones de personas; 3°) Gripe Española (1.918-19) que mató entre 40 y 50 Millones de personas; 4°) Plaga de Justiniano (541-42) que causó la muerte de entre 30 y 50 Millones de personas; 5°) SIDA (1.981 a la actualidad) lleva aproximadamente 35 Millones de personas muertas. Otras gripes del siglo XX (Asiática, Rusa, de Hong Kong, etc.) provocaron el deceso de 1 Millón de personas cada una.
2- DARÍO, Leandro. China, la diplomacia del barbijo y la diplomacia de la escopeta. Diario Perfil, 14/04/20. Disponible en: https://www.perfil.com/noticias/internacional/china-la-diplomacia-del-barbijo-y-la-diplomacia-de-la-escopeta.phtml
3- KISSINGER, H. La pandemia de coronavirus alterará para siempre el orden mundial. The Wall Street Journal. Nueva York, 03/04/2.020.
4- SCHEIDEL, Walter. Por qué los ricos temen a las pandemias. The New York Times. Nueva York, 09/04/2.020.
5- DE BENOIST, Alan. Después del coronavirus. Traducción de Nomos, Filosofía y Pensamiento Estratégico. Buenos Aires, 17/04/2.020. Disponible en: https://nomos.com.ar/2020/04/15/despues-del-coronavirus/?fbclid=IwAR3No24koh5o9PoY2Ogv8cZNAFVkMHxGOFc9gX17SYhco3ThVMuitSW8MmI
6- BYUNG-CHUL HAN. La emergencia viral y el mundo del mañana. Traducción de Alberto Ciria. Diario El País. Madrid, 22/03/2.020
7- PERÓN, Juan Domingo. El Modelo Argentino para el Proyecto Nacional. Buenos Aires, 1.974. Ediciones de la Bandera. Buenos Aires, 1.974.
8- SCHMITT, Carl. El orden del mundo después de la Segunda Guerra Mundial. Conferencia en el Instituto de Estudios Políticos de Madrid, 21/03/1.962
9- Véase: El Ejército y el COVID-19, disponible en: https://www.argentina.gob.ar/ejercito/covid-19
10- PERÓN, Juan Domingo. Ídem.
11- GÓMEZ DÁVILA, Nicolás. Escolios a un texto implícito. Instituto Caro y Cuervo. Bogotá, 1.992.

domingo, 19 de abril de 2020

COVID-19: De la incertidumbre a la vigilia estratégica (Carlos Hermann Güttner)




"¿No sería posible propagar la viruela entre estas insurrectas tribus de indios?"
(Sir Jeffrey Amherst, comandante británico, en una carta dirigida al coronel Henry Bouquest, que por entonces combatía a los indios en Ohio y Pennsylvania, en 1.760)

La irrupción del COVID-19 desató un pandemónium que dió por tierra con las premisas liminares que regían el sistema internacional tal como lo conocíamos desde la caída del muro de Berlín, aunque la globalización resultante del Consenso de Washington -consolidada como nunca en su faceta económica de concentración de la riqueza y del poder-, ya acumulaba retos a su concepción unipolar por potencias de segundo orden como China y Rusia.
Si, como dicen los expertos, en los últimos tiempos los Estados se debatían en la incertidumbre estratégica para definir la identidad del enemigo y asumir las nuevas amenazas que decantaban muchas veces en guerras asimétricas1, la aparición de un enemigo letal e imprevisible como la pandemia del coronarivus expuso la endeblez del poder político y económico mundial.
Este enemigo invisible, que llevó a los países más poderosos de la Tierra a declarar el estado de guerra, atacó la base de sustentación de los Estados: la población.
No conforme con ello, los efectos pronto se diseminaron a otro plano de la dimensión estatal: el territorio.
Así las cosas, cuando aún resta definir la verdadera naturaleza del enemigo que desató las hostilidades -o si el COVID-19 es, efectivamente, un agresor o un instrumento de agresión-2, su imprevisibilidad pone a prueba la capacidad de reacción de los Estados sin un criterio unánime que determine las posibilidades de éxito y el cuántum de sus secuelas. Nadie sabe con certeza cómo detener el avance del virus, cuál es su período de supervivencia en el ambiente, cómo se traslada, qué medidas son más efectivas para frenar o neutralizar su diseminación hasta tanto se encuentre una vacuna.
Cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró al COVID-19 como pandemia y manifestó preocupación por el alarmante nivel de inacción de los Estados3, la prestigiosa revista de Relaciones Internacionales norteamericana Foreign Affairs clasificó al fenómeno como una amenaza para la seguridad nacional.
En simultáneo, el Centro MRC para el Análisis Global de Enfermedades Infecciosas dependiente del Imperial College de Londres advirtió acerca de los riesgos que implicaba para la salud pública.
En ese contexto de incertidumbre y pánico, la ciudadanía se encontró inerme ante los embates de un virus que ataca por igual a ricos y pobres en cualquier lugar del mundo (población y territorio), a sociedades desarrolladas con un sistema de salud avanzado y -con mayor razón-, a las de servicios de salud precarios.
Ciertos países europeos adoptaron la filosofía holandesa4 como reacción, consistente en la decisión de no atender al grupo etario más vulnerable (los ancianos) con excusas inverosímiles de humanidad, abandonándolos a su suerte cual si fueran objetos de descarte.
De tal determinación se infiere el reflejo ontológico de la concepción de poder que las élites sustentan con fines eugenésicos5, tendientes a la consecución del control demográfico mundial.
La ideología de la globalización, que había diluido hasta límites de inexistencia las atribuciones del Estado-Nación, fragmentando la representación política y construyendo un orden económico de brutal concentración de riquezas en pocas manos y alta desigualdad, resultó incapaz de brindar respuestas a esta crisis.
Las instituciones de la gobernanza global (ONU, OMS), lejos de aportar certezas se limitaron a declarar a la pandemia como una gran tragedia y a verter recomendaciones de primeros auxilios.
Los Estados, con diferentes cursos de acción y en capacidad de aglutinar la voluntad común frente al desafío de la supervivencia, comprendieron por primera vez en décadas cuán indispensable resultaba el ejercicio del poder en el territorio para salvaguardar los intereses vitales de su población.
La faceta de esta nueva amenaza, cuyo potencial de letalidad se asimila al de una guerra convencional, convirtió a la impredecibilidad en vigilia estratégica.
En Argentina, la máxima instancia del poder nacional -con el beneplácito y la colaboración de todos los sectores-, movilizó esfuerzos, asignó recursos y pospuso el dilema de la crisis financiera del país para atender el más vital de los intereses: la vida y la salud de la ciudadanía.
La ponderación de elementos hasta entonces desdeñados -verbigracia las hipótesis de conflicto, las nuevas amenazas, la Inteligencia para evaluar situaciones estratégicas y el despliegue de las fuerzas armadas para ayudar a conjurar la asechanza-, recobraron una centralidad que jamás debieron perder.
La planificación de la guerra contra el enemigo invisible se redujo a la táctica y a la operatividad en el frente de batalla, estableciendo allí el cuartel y los servicios sanitarios para actuar e indagar.
La prueba y error que caracterizan a las acciones carentes de certeza, por ciertos se desenvuelve entre paradojas: el aislamiento masivo y la interconexión global para intercambiar experiencias y tratar de establecer criterios sanitarios uniformes; la necesidad de inyectar liquidez a una economía mundial sumida en la recesión y las reticencias del sector financiero a resignar ganancias; el inesperado surgimiento del Estado como actor central frente al colapso y la retracción especulativa de los mercados; la revaluación de la política como instrumento de poder fagocitando a las ideologías que fragmentaban espectro social; la injerencia de los científicos en el proceso de toma de decisiones y la negligencia de algunos políticos a la cabeza de los gobiernos; la demanda de la sociedad al Estado para que los médicos y científicos tengan la conducción de la crisis y el minúsculo gesto de segregación de consorcios de propietarios en la metrópolis; la prioridad de la salud pública y el contraste con el derrumbe de la actividad económica, imprescindible para financiar cualquier política de Estado.
Elaborar estrategias eficientes requiere de datos y certezas. Cuando vemos que en nuestro país se desdeña el aporte de la Inteligencia por el enfoque doméstico persecutorio que se le ha asignado erróneamente, las potencias incrementan su uso para superar la incertidumbre estratégica y determinar con precisión las amenazas a la seguridad nacional.
La vigilia estratégica que, como concepto, dimana de la noción clausewitziana de vigilia defensiva en un conflicto, tiene como elemento sustancial a la Inteligencia.
Ella permite rastrear con sigilo los movimientos del enemigo y encontrar datos e informaciones que contribuyan a la superación del estado de incertidumbre, indispensable en toda estrategia. La situación de vigilia, especialmente en los países afectados con posterioridad al estallido de la pandemia en Wuhan (China), permitió el accionar táctico-operacional a partir de la alerta temprana y la capacidad de movilizar a toda la población en el cumplimiento de las medidas de aislamiento.
Las agencias de Inteligencia de los Estados Unidos6, por ejemplo, redoblaron la vigilia sobre los Estados con que este país tiene hipótesis de conflicto (China, Rusia e Irán) focalizándose en Internet para monitorear el flujo descomunal de información, evitando que se convierta en un arma contra sus intereses vitales al atacar a la población con contenidos falsos sobre la pandemia. El combate a los ciberataques sobre la estructura de seguridad y la economía, a la desinformación organizada, al robo de información estratégica, a la alteración de datos científicos que buscan una vacuna contra el virus COVID-19, el bloqueo de servidores o de la red internet, constituyen por estas horas la tarea de guerra de los servicios de inteligencia.
La Inteligencia militar y la doméstica trabajan con mensajería encriptada en este escenario de guerra psicológica que incrementa los riesgos a niveles que ponen en juego la supervivencia nacional. Ni China, ni Rusia, ni Gran Bretaña o Estados Unidos han cedido en sus operaciones de inteligencia habituales, a pesar de la tregua que declaman en público.
La Inteligencia estadounidense también deslizó información clasificada acerca de las maniobras de China para ocultar las catastróficas secuelas de la pandemia en su territorio. Al parecer, las cifras reales de víctimas y los vectores de propagación del contagio fueron sistemáticamente omitidos. Para los funcionarios de la administración norteamericana el ardid de China influyó en la forma de gestionar la información sobre la naturaleza del virus y de la pandemia, perjudicando los sistemas de alerta temprana.7 La CIA, sin embargo, facilitó al máximo nivel de gobierno información que anticipaba un riesgo epidemiológico grave, capaz de transformarse en pandemia.8
Un sistema de Inteligencia artificial utilizado por Canadá que monitorea el flujo de información en las redes para identificar amenazas y delinear estrategias detectó a fines de Diciembre de 2.019 el brote de la epidemia, y elaboró un servicio de alerta temprana al que nadie prestó atención. Este se basó en la captación de datos personales e historias clínicas como insumo para elaborar estrategias efectivas ante una posible epidemia, y despertó el debate acerca del acceso a información personal por parte de las agencias privadas.9
En Israel, el servicio de Inteligencia interior (Shin Beth) rastrea a los pacientes asintomáticos con tecnología de punta en la identificación facial de presuntos enemigos, un arma de uso dual (civil y militar) con fines sanitarios. Dirigida por el Shin Beth, la policía aplica el diseño tecnológico a través del sistema de comunicaciones y -sin autorización judicial previa-, localiza a los infectados y establece las medidas de aislamiento por zonas, así como el monitoreo a través de los celulares. Estas medidas de control permiten, a su vez, mapear los focos de la pandemia y organizar la información para la estadística sanitaria. El trabajo del Shin Beth con la policía produce información de inteligencia estratégica y colabora con la salud pública y la seguridad nacional.10
En el ámbito científico, las neurociencias pasan a ser parte del dispositivo de Inteligencia de los gobiernos serios del mundo11, por su contribución al conocimiento científico de la conducta humana y del comportamiento social. Los ribetes políticos y económicos de la crisis, igualmente impredecibles, se combinan con las emociones individuales y colectivas, afectando no solamente al entorno social de un país sino a las relaciones internacionales. Prorrumpe entonces la angustia existencial que la crisis de valores del sistema postmoderno ocasiona, alentando el pánico en todas las latitudes. El hombre como ser social no encuentra las respuestas trascendentes que alguna vez la civilización halló en las religiones, de las que se distanció por la influencia materialista e individualista del sistema profano global.
La contribución de las neurociencias al sistema de Inteligencia de los Estados desarrollados finca en el aporte científico al proceso de toma de decisiones del poder político en situaciones de incertidumbre estratégica. Los hombres de ciencia anticipan la imperiosa vuelta a los valores sociales de solidaridad, cooperación, inteligencia colaborativa, conocimiento especializado y sentido de propósito, como único atajo para abandonar la cultura individualista, algo que desde otro ángulo del científico se describe como la necesidad de pensar estratégicamente sin un enemigo designado y en un acto de revolución mental que nos obligue a abandonar ciertos hábitos y costumbres.12
Hemos visto hasta aquí cómo los países desarrollados atribuyen un rol prioritario al instrumento militar y al aparato de inteligencia13, combinándolos con el sistema de salud y el núcleo científico, para articular políticas de Estado que protegen sus intereses vitales, algo que la Argentina ha menospreciado en las últimas décadas.
La súbita propagación de la pandemia modifica conceptos, prejuicios y dinámicas dentro del poder político y de la opinión pública. A la par que se promueve una conciencia de valores altruistas para romper con el paradigma individualista, se torna ostensible el protagonismo de las instituciones tradicionales que la postmodernidad había declarado obsoletas.
La familia, las Iglesias de los diversos cultos cristianos, el Estado y las Fuerzas Armadas cumplen un rol indelegable e imprescindible en la mitigación de los efectos de esta guerra invisible. Y lo hacen actuando en dos de los más importantes factores geopolíticos de la nación: la población y el territorio.
La nueva amenaza reviste un cariz epidemiológico que exige respuestas inmediatas del Estado.
El aporte científico y la Inteligencia con sentido estratégico coadyuvan al proceso de toma de decisiones en el máximo nivel de la conducción nacional.
No podemos darnos el lujo de prescindir de ellos para combatir en esta contienda impredecible.-

Güttner, Carlos Hermann.
Buenos Aires, 06/04/2.020

BIBLIOGRAFÍA
BORRELL, José Luis. Lo real es biopolítico y el falso dilema entre abrazar la peste o negar el poder. Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales. Buenos Aires, 21/03/2.020.
SPOTA, Julio César. Ateneo al servicio de Leviatán. La inteligencia como recurso estratégico del Estado nacional.
TELLO, Ángel. La incertidumbre estratégica. Revista Latinoamericana de temas internacionales, Vol. 4, págs. 147 a 155. Buenos Aires, 1.998.
1TELLO, Ángel. La incertidumbre estratégica. Revista Latinoamericana de temas internacionales, Vol. 4, págs. 147 a 155. Buenos Aires, 1.998
2BORRELL, José Luis. Lo real es biopolítico y el falso dilema entre abrazar la peste o negar el poder. Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales. Buenos Aires, 21/03/2.020.
3Véase: Coronavirus: qué significa que la OMS haya clasificado al COVID-19 como pandemia. BBC, Londres 11/03/2.020, en https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-51842708
4Véase: Filosofía holandesa ante el COVID-19... El Confidencial. La Haya, 27/03/2.020, en: https://www.elconfidencial.com/mundo/europa/2020-03-27/paises-bajos-coronavirus-colapso-cultura-muerte_2517808/
5Véase: BORRELL, José Luis. Op. Cit.
6Véase: Espionaje y ciberataques en tiempos de pandemia, el desafío de los servicios de inteligencia. La Nación. Buenos Aires, 24/03/2.020, en: https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/coronavirus-servicio-inteligencia-nid2346775
9Véase: Una inteligencia artificial detectó antes que nadie... La Vanguardia, 20/01/2.020, en: https://www.lavanguardia.com/tecnologia/20200129/473201406158/inteligencia-artificial-china-wham-virus-corona.html
10Véase: Coronavirus en Israel: espías y medidas antiterroristas... Clarín, 17/03/2.020, en: https://www.clarin.com/mundo/coronavirus-israel-espias-medidas-antiterroristas-pandemia_0_5xZDEE6P.html
11Véase: Facundo Manes: sobre cerebro, coronavirus y sociedad... Infobae, 04/04/2.020, en: https://www.infobae.com/coronavirus/2020/04/04/facundo-manes-sobre-cerebro-coronavirus-y-sociedad-vivimos-un-trauma-global/
12Véase: TELLO, Angel. Op. Cit.
13Véase: SPOTA, Julio César. Atenea al servicio de Leviatán. La inteligencia como recurso estratégico del Estado nacional.