Según
los registros de la OMS y de la Enciclopedia Británica la pandemia
del COVID-19 se ubica en el lugar 18° por su índice de letalidad en
la historia.1
Hasta el día 30/04/2.020 causó 3.249.022 infectados en todo el
mundo, casi 230.804 muertos y más de 1.000.000 de recuperados.
DATOS
ECONÓMICOS
Mientras
el mundo se estremece el FMI
señala que la economía caerá un 3%, guarismo
inédito desde la crisis de 1.930. El promedio del derrumbe para los
países desarrollados se ubicará en el orden del 6%, y para América
Latina del 5,2%. Las excepciones
serán el crecimiento chino del 1,2% y de los países asiáticos en
vías de desarrollo que trepará al 1%.
En
Estados Unidos el presidente Trump impulsa un paquete de inversión
pública e incentivos fiscales que oscila entre el veinte y treinta
por ciento del PBI para mitigar el desplome. Durante los
próximo cuatro meses las familias norteamericanas recibirán una
ayuda aproximada de cinco a diez mil dólares. Chile y Perú
invertirán el 6% de sus PBI en ayudas a la población, Brasil poco
más del 4%, y Argentina anunció
inversiones que rozan el 3% del PBI.
China,
foco inicial de la pandemia, acusó el golpe pero reactivó su
economía como polo industrial de
insumos médicos para abastecer a los desbordados sistemas sanitarios
del planeta. Según informes del periódico South China
Morning Post, China
se convirtió en los últimos meses en el mayor productor y
exportador de protectores médicos, instalando
veinte mil fábricas, de las que solo mil quinientas cuentan con
certificación de calidad médica.
Las
compañías eléctricas se reconvirtieron y comenzaron a hacer
máscaras de dudosa calidad para la desesperada demanda del mercado
mundial.
Cuando
los países poderosos reservaron para sí los insumos sanitarios
China surgió como único proveedor mundial. Sus productos, sin
embargo, distan de cumplir con los estándares de calidad y
fueron devueltos en países europeos como Holanda, Alemania
y
España. No son pocos los que acusan a China de apelar a la
diplomacia del barbijo2
para lavar su imagen y presentarse con benevolencia ante la comunidad
internacional después de haber ocultado la gravedad del contagio del
virus y silenciado las voces de alerta preventiva. Con notable
habilidad Pekín despliega una maniobra de posicionamiento
internacional justo en medio de la crisis, ofreciendo ayuda
financiera e insumos sanitarios.
Para
los referentes de la globalización la crisis económica consecuente
no responde a factores estructurales del capitalismo sino a una
pandemia que, lejos de quebrar el sistema, lo fortalece como
comunidad de destino donde la solidaridad es un acontecimiento
forzoso. Solo que la solidaridad no surge de los organismos de la
globalización sino de los Estados nacionales.
Los
detractores más radicalizados del capitalismo creen ver el derrumbe
tantas veces anunciado y jamás cumplido. Es que las crisis
recurrentes que en teoría auguran su final siempre derivaron en una
inexplicable resiliencia con reformulación exitosa.
Mientras
las fronteras permanecen herméticamente cerradas y el comercio
paralizado, las amenazas de hambruna y desabastecimiento se
incrementan. La población recluida se debate entre la ansiedad y el
desasosiego en medio de una economía de guerra sin capacidad
productiva por falta de mano de obra. La carrera por las vacunas,
financiada por laboratorios y gobiernos, tiene más de veinte
programas y ninguna solución a mediano plazo, por lo que la
cuarentena es el único arma disponible para aplanar la curva de
contagios. Los epidemiólogos vaticinan que mientras el setenta por
ciento de la población global no se contagie y genere inmunidad, el
tiempo de cuarentena se prolongará indefinidamente a menos que
aparezca la vacuna.
DATOS
POLÍTICOS
En
un reciente reportaje a The Wall Street Journal
Henry
Kissinger atisbó que los
Estados Unidos deben proteger a sus ciudadanos y, con urgencia,
trabajar en la planificación de una nueva época.3
Señaló también que al
terminar
la pandemia de COVID-19, se percibirá que las instituciones de
muchos países han fallado y que el
mundo nunca será el mismo porque la
agitación política y económica desatada podría durar por
generaciones. Para Kissinger ningún
país, ni siquiera Estados Unidos, puede en un esfuerzo puramente
nacional superar el virus. Se requiere de una visión y
programas de colaboración global.
Estados
Unidos está obligado a realizar un gran esfuerzo en tres dominios.
En primer lugar, hay que apuntalar
la resiliencia global a las enfermedades infecciosas
a partir de nuevas tecnologías y programas de vacunación global,
con preeminencia de la inteligencia artificial.
En segundo lugar, hay
que esforzarse por
sanar las heridas de la economía mundial,
cuya contracción es inédita y no se parece a nada que se haya
conocido antes. Las medidas de aislamiento y distanciamiento social
agravan más el escenario y deberían limitarse a los estratos más
vulnerables.
Y en tercer lugar, se deben
salvaguardar
los principios del orden mundial liberal,
descartando la vuelta a la ciudad amurallada que la Ilustración
demoliera con la prosperidad del comercio mundial y el libre
desplazamiento humano.
La
pandemia ha provocado un anacronismo, un renacimiento de la ciudad
amurallada en una época en que la prosperidad depende del comercio
mundial y el movimiento de personas. Las democracias del mundo
necesitan defender y sostener los valores de la Ilustración.
Sin
embargo, lo más llamativo del reportaje finca en las claves
estratégicas de la guerra fría que el ex secretario de Estado
parece desempolvar, advirtiendo que un retiro global de los Estados
Unidos del equilibrio del poder con legitimidad hará que el contrato
social se desintegre tanto a nivel nacional como internacional. Esta
cuestión
milenaria de legitimidad y poder no puede resolverse en simultáneo
con el esfuerzo por superar la pandemia, todas las partes deben hacer
un
ejercicio de contención,
tanto en la política nacional como en la diplomacia internacional,
estableciendo prioridades. El
desafío para los líderes es manejar la crisis mientras se construye
el futuro. El
fracaso podría incendiar el mundo.
¿Contra
quién busca ejercer la contención Kissinger? ¿Hay un nuevo actor
con el cual se repartirá el mundo Estados Unidos a fin de sostener
el equilibrio de poder tal como ellos lo conciben?
En
contrapartida el historiador Walter Scheidel de la Universidad de
Stanford escribió para The New York Times4
que no será la primera vez en la historia que una pandemia modifique
el panorama económico, arrase con la población y provoque una
catástrofe. El coronavirus, como otras plagas anteriores, podría
cambiar el equilibrio entre ricos y pobres en beneficio de estos
últimos si la mano de obra especializada llegara a escasear y los
empresarios entraran a competir por ella. Scheidel cree que esta
crisis provocará reformas distributivas como las de la Gran
Depresión y la Segunda Guerra Mundial.
El
filósofo francés Alain de Benoist afirma que la crisis sanitaria
está haciendo sonar las campanadas finales de la globalización y de
la ideología progresista dominante5,
y aunque no se trata del fin del mundo sí es el fin de un mundo tal
como lo conocíamos hasta ahora. Nada de lo global ha permanecido
como regla, incluyendo la sociedad sin fronteras que ve -azorada-
cómo las fronteras están más presentes y cerradas que nunca. La
visión del homo economicus que los mercados financieros
entronizaron como paradigma está definitivamente cegada, como todos
los dogmas económicos. De todos modos, Benoist es escéptico con
respecto al fin del consumismo de las sociedades.
El
filósofo surcoreano Byung-Chul
Han propugna la redefinición del concepto de soberanía en medio de
la pandemia6:
es soberano quien dispone de datos. Con ello el surcoreano postula
que la soberanía es la administración y la utilización de datos,
de big
data,
en pos del control y el cuidado de sus ciudadanos, tal como lo ha
hecho su gobierno y el de otros países que aplicaron la
geolocalización a través de los celulares para monitorear a los
contagiados y delimitar los focos de propagación. Igualmente crítico
de los estereotipos de la globalización, destaca que con
el ingreso del virus se vuelve a completar el espacio vacío en la
categoría “enemigo” que motiva la declaración del estado de
guerra. Este regreso a la noción de “enemigo” es también un
retorno de los pueblos a la comunidad, único atajo para encontrar
solidaridad.
MÁS
INFORMACIÓN EQUIVALE A MAYOR INCERTIDUMBRE
La
impredecibilidad del escenario internacional se desenvuelve entre
paradojas y viejas verdades que resurgen. El descomunal flujo de
información es un fárrago de opiniones autorizadas que pierde y
recupera verosimilitud a un ritmo alarmante. La volatilidad de los
datos espanta por igual a legos y académicos, haciendo trizas los
paradigmas y las hipótesis.
¿La
cuarentena y la economía son incompatibles para la supervivencia?
¿El COVID-19 es un virus de diseño
con fines eugenésicos? ¿Se trata de un arma estratégica o de un
involuntario descuido que se propagó por accidente? ¿La humanidad
es un campo global de experimentación para el control social? ¿Cuál
es el verdadero trasfondo de la carrera científica por las vacunas y
el rol de los laboratorios? ¿Sirven
los organismos del sistema internacional neoliberal (OMS, FMI, BM)
para sustituir a los Estados nacionales en crisis extremas?
Otro
dato relevante que nos aporta la crisis estriba en la importancia de
la cooperación
científica
y en el uso de la
Inteligencia con
sentido
estratégico para
coadyuvar al proceso de toma de decisiones en el máximo nivel de la
conducción nacional y obtener así el más importante insumo de la
soberanía postmoderna: el conocimiento.
Es
una ficción suponer que el conocimiento es de libre circulación y
disposición universal. Ninguna nación que desarrolló tecnología y
se hizo potencia comparte sus valiosos tesoros estratégicos con
otras. Se las reserva para sí y, en el mejor de los casos, alquila o
vende parcialmente lo que no le implica resignar ventajas. Por algo
existe la brecha tecnológica que genera la necesidad de asistencia y
el negocio para vender o alquilar toda tecnología superada por otra
mejor.
El
conocimiento es poder y no se comparte, esta es una premisa realista.
Por lo tanto, la soberanía nacional requiere de una ciencia nacional
que produzca conocimiento e innovación propias, a fin de evitar la
dependencia y los condicionamientos. Perón ya advertía en 1.974 las
limitaciones de este modelo de subdesarrollo científico7:
“El
costo de la tecnología que venimos empleando es muy alto,
principalmente porque el ingreso del conocimiento tecnológico no ha
sido programado ni administrado con sentido nacional, preservando los
intereses del país (…) será vital que las decisiones sobre el
desarrollo de nuevos conocimientos que se incorporen a nuevas
inversiones queden en manos nacionales o sean gobernadas por el país.
Debe haber, en consecuencia, un poder nacional de decisión para
conducir lo científico-tecnológico que nos interese.”
PARADOJAS
CONSTANTES Y REENCUENTROS SALUDABLES
El
margen lógico de incertidumbre estratégica que vivimos desde las
nebulosas de la periferia aún no se puede superar y está dado por
las
paradojas que
exhibe la crisis. Al comienzo de las restricciones percibíamos
ciertos datos llamativos que, a esta altura, parecen configurar
tendencias inobjetables.
La
pandemia originada en la provincia de Wuhan actuó con mayor impacto
nocivo en los países centrales del Occidente capitalista
sin afectar centros neurálgicos como Pekín o Shangai. La
debacle de los mercados mundiales contrasta con la incolumidad de los
chinos,
que rápidamente se salieron a comprar acciones y recursos
estratégicos a escala global. Las industrias del mundo colapsaron
pero China
reaccionó con tal premura que reconvirtió sus industrias en
productoras de insumos médicos para el mundo en tiempo récord. Los
indicios de ocultamiento del brote pandémico y la reticencia a
informar a la OMS para emitir alertas tempranas se contradicen con la
admirable
capacidad logística y financiera para construir hospitales en forma
simultánea a la atención sanitaria. Las
adquisiciones de activos financieros y bienes de primera necesidad
hechas por compañías chinas cuando todos ignoraban la pandemia, así
como las jugadas estratégicas para beneficiarse de la caídad de los
precios de commodities, sitúan en mejor posición al gigante
asiático que no experimentará merma en su crecimiento económico
para este año en curso.
¿Qué
lectura nos sugiere tal panorama? No se trata de establecer
culpabilidades sino de hacer una correcta lectura de los
acontecimientos y contribuir objetivamente a una política exterior
inteligente que priorice nuestros intereses nacionales.
Al
parecer,
este nuevo actor que se venía insinuando como retador de la
hegemonía atlantista en el orden de la globalización ha movido sus
piezas en el gran tablero mundial.
No nos engañemos, China ha sido parte de la globalización y sacó
ventajas porque no se enamoró del instrumento sino que obró como
potencia imperialista aplicando una
estrategia que priorizaba sus intereses nacionales a largo plazo.
Queda
ver cuál será la respuesta de la entente anglosajona que edificó
el sistema a expensas de la destrucción de Europa e hizo del
anticolonialismo una ideología afín a su injerencia expoliadora en
América del Sur, Asia y África.8
Mientras
tanto, en el convulsionado ámbito de nuestro país, las viejas
instituciones que la postmodernidad había tildado de obsoletas son
el único refugio seguro de una población espantada: La Familia, la
Iglesia, las Fuerzas Armadas, los Sindicatos, los clubes de fútbol
en tanto asociaciones civiles y el Estado nacional, se quedaron a
poner el hombro y la vida.
El mercado y el jolgorio hedonista huyeron cobardemente al refugio miserable de la individualidad y del egoísmo, alejados de esa moral respetable de humanismo y solidaridad que dimana de la fe en un gesto antiguo de caridad y servicio, y que no sucumbe ni se retira a los aposentos de la indiferencia cuando la tragedia golpea. Sus evangélicos credos, de raíces perennes e inconmovibles, honran la vida y les pertenece a los que silenciosamente dan testimonio y frutos en medio de la desolación.
El mercado y el jolgorio hedonista huyeron cobardemente al refugio miserable de la individualidad y del egoísmo, alejados de esa moral respetable de humanismo y solidaridad que dimana de la fe en un gesto antiguo de caridad y servicio, y que no sucumbe ni se retira a los aposentos de la indiferencia cuando la tragedia golpea. Sus evangélicos credos, de raíces perennes e inconmovibles, honran la vida y les pertenece a los que silenciosamente dan testimonio y frutos en medio de la desolación.
El
Ejército
Argentino,
por ejemplo, activó catorce comandos conjuntos en zonas de
emergencia y diez fuerzas de tareas en todo el país para ejecutar
acciones de protección civil y alistó a todas las unidades
militares de respuesta a la emergencia (UMRE). Se montaron hospitales
de campaña; centros de refugio; comedores; centros de distribución
de alimentos, agua, leña; destacamentos de fabricación de barbijos,
carpas y alcohol en gel.9
Los sacerdotes de la Iglesia
católica
que ejercen su labor pastoral en los barrios humildes de cada rincón
del país no se retiraron jamás del terreno de batalla, a diferencia
de los autodenominados colectivos sociales de la política. Su
inestimable contribución a las soluciones autogestionadas en base a
la caridad supera por lejos cualquier iniciativa y garantiza la paz
social frente al riesgo de desborde.
Los
clubes
de fútbol
que resistieron la ola privatizadora desde su condición de
asociaciones civiles con fuerte arraigo en las comunidades y barrios
acondicionaron sus instalaciones para convertirlas en hospitales o
centros de refugio y almacenamiento de insumos y ayuda alimentaria.
La
familia
fue el espacio del repliegue de la población aterrada, el sitio
seguro adonde guarecerse del ataque del enemigo invisible. Su valor
como primer núcleo ofensivo y defensivo de la nación se manifestó
en el único lugar donde se ponen a prueba todos los sistemas y las
ideas: la realidad.
A
pesar de décadas de embates destructivos por parte de la ideología
dominante, la familia se mantuvo firme como institución básica de
la nación, sobreviviendo a la disgregación de la postmodernidad y
sirviendo como pilar de supervivencia y refugio. Aquellos sólidos
fundamentos morales y religiosos de la fe cristiana que inspiraron a
la familia argentina reaparecieron como puntales del hombre en
crisis, justificando su misión en la historia.
La
familia, vilipendiada por la ideología egotista que propició la
disolución progresiva de la dimensión espiritual del hombre10
hasta convertirlo en objeto, fue el refugio salvador de un mundo en
crisis, desesperado y sin afectos. Como nunca antes, corroboramos su
rol en la faceta espiritual que involucra lo
individual con lo comunitario. En el seno de la familia se moldea con
valores al hombre de la comunidad nacional, y a partir de la familia
se implementa la justicia social que garantiza la conservación de la
especie en tiempos de devastación.
Hay
fundamentos ontológicos imperecederos que reverdecen en medio de los
infortunios y se expresan como
reencuentros
con las dimensiones trascendentes que el materialismo
liberal-progresista había abolido en el pedestal arrogante de la
postmodernidad. Un antiguo aforismo dice que la
inteligencia se capacita para descubrir verdades nuevas
redescubriendo verdades viejas.11
Y
una de esas verdades es el reencuentro
con la dimensión espiritual del
hombre. De pronto la fatalidad produce tal derrumbe en el ánimo,
tanto pánico a la proximidad de la muerte y a la nada, que el hombre
descubre la oquedad del hedonismo, la vanidad de lo superfluo y
también la luz al final del túnel suministrada por la fe. Las
respuestas existenciales que la religión brindó desde antaño en
pos de certezas que dan sentido a la vida no han desaparecido,
permanecen al alcance de los atribulados.
Otra
verdad es el reencuentro
con los vínculos afectivos,
que se sienten y no se explican; que enseñan el valor de dar la vida
por otros, de sacrificarse, de tender la mano, de acompañar el
sufrimiento con la lealtad o, simplemente, de querer y estar al lado
de alguien.
Hay
un reencuentro
con el espacio,
lejos de la realidad virtual que impone la aldea global. Se descubre
un ámbito físico real que tiene que ver con la territorialidad del
ser: el hogar, el vecindario, el barrio, la ciudad, el propio país.
Es el espacio desde donde se es alguien con otros y desde donde uno
se proyecta hacia todas las direcciones posibles.
No
menos relevante es el reencuentro
con la comunidad y
con
el
sentido de pertenencia a un grupo que tiene rasgos comunes. Se
entiende, al fin, que la efímera superficialidad del consumismo
sucumbe ante la reaparición de la comunidad de valores, de afectos,
de tradiciones, de fe, de lazos familiares y amistosos, de cultura y
de nacionalidad.
Vivenciamos
también un reencuentro
con la identidad.
El hombre se percata de que es uno con el otro y no sólo, que sólo
es nadie y se pierde en la nebulosa de la nada. Toma conciencia que
la identidad que lo hace ser alguien y le da sentido a su existencia
es constante, tiene estabilidad, es firme, porque se asienta en una
comunidad. Allí fenece la individualidad superlativa y volátil
dependiente del orden social.
La
comunidad
da sentido de pertenencia
y atribuye identidad
como
valor de estabilidad.
La sociedad, en cambio, da sentido de posición social y es inestable
porque acentúa la individualidad y el egoísmo.
La
comunidad promueve sanos sentimientos
y convoca a la solidaridad.
La sociedad, por el contrario, exalta el individualismo y genera
competencia y resentimiento en el hombre. Una es la piedra angular de
la supervivencia en horas dramáticas, la otra es base de barro en la
cotidianeidad de un mundo displicente.
Todas
las ideologías se hicieron trizas en el implacable contexto de la
realidad. Permanecen de pie las añejas verdades e instituciones que
los pueblos recibieron al inicio de los tiempos para transitar su
destino. Tal vez sea el momento de salir del refugio para reedificar
sobre sólidos cimientos, esos mismos bastiones de roca firme que nos
resguardaron del catastrófico drama de la pandemia.
Los
indicios y tendencias que enunciamos anticipan una reconfiguración
del orden internacional como no se daba desde el fin de la Segunda
Guerra Mundial.
La
hegemonía del orden liberal-socialdemócrata encontró un retador
impredecible gobernado por el regimen autoritario de una cultura
milenaria que alcanzó el éxito económico en el campo capitalista
con mano de obra esclava para los cánones morales de Occidente.
Argentina
necesita recomponer su frente interno y formular una estrategia
soberana basada en sus intereses nacionales, lejos de las ideologías
y de los alineamientos automáticos con los bandos en pugna. Debemos
observar una neutralidad inteligente para obtener ventajas
estratégicas y satisfacer nuestros intereses. La
dirigencia argentina padece una patología crónica que debe
remediar: el complejo de subordinación a doxas importadas, diseñadas
en usinas culturales extranjeras para introducir el estado de guerra
civil e impedir formulaciones propias, acordes a los intereses
vitales de la nación.
Aún
así, comprendemos que los Estados siguen siendo los únicos con
capacidad de aglutinar la voluntad común frente al desafío de la
supervivencia.
Cuando
se ataca la base de sustentación nacional (la
población) y
los efectos del ataque se diseminan al otro plano de la dimensión
estatal (el
territorio) se
revaloriza la importancia de los restantes elementos de su
constitución: la soberanía
y el gobierno.
Por
primera vez en décadas se vió cuán indispensable resulta el
ejercicio del poder en el territorio para salvaguardar intereses
vitales de la población. Los
organismos del sistema internacional (OMS, FMI, BM) se han mostrado
incapaces de sustituir a los Estados nacionales en la resolución de
crisis extremas. Éstos reaparecieron en la escena aplicando sus
propias estrategias para afrontar la hecatombe. La gobernanza global
se mostró inoperante y frívola, a diferencia de las viejas
instituciones del Occidente cristiano, esas que parecían pilares en
ruinas de un orden civilizatorio suprimido y terminaron siendo
referencias de salvataje y resguardo.
Se
torna imperativo retomar la planificación como precepto fundamental
de una estrategia soberana traducida en políticas de Estado. El
panorama que se avecina es, tal vez, mucho peor al de una guerra
mundial, y como alguna vez dijo Perón cada vez que eso sucede nos
hacen pagar los costos a los países periféricos.
Un
revés táctico puede sortearse si hay una buena estrategia. En
cambio, si la estrategia es deficiente, ni todos los aciertos
tácticos garantizarán la victoria. A
la necesidad general debemos oponer una voluntad común y trabajar
unidos para superar la crisis.-
REFERENCIAS
1-
En las estadísticas figuran: 1°) Peste Negra (1.347-51) que se
cobró la vida de 200 Millones de personas; 2°) Viruela (1.520) que
se cobró la vida de 56 Millones de personas; 3°) Gripe Española
(1.918-19) que mató entre 40 y 50 Millones de personas; 4°) Plaga
de Justiniano (541-42) que causó la muerte de entre 30 y 50
Millones de personas; 5°) SIDA (1.981 a la actualidad) lleva
aproximadamente 35 Millones de personas muertas. Otras gripes del
siglo XX (Asiática, Rusa, de Hong Kong, etc.) provocaron el deceso
de 1 Millón de personas cada una.
2- DARÍO,
Leandro. China, la diplomacia del barbijo y la diplomacia de la
escopeta. Diario Perfil, 14/04/20. Disponible en:
https://www.perfil.com/noticias/internacional/china-la-diplomacia-del-barbijo-y-la-diplomacia-de-la-escopeta.phtml
3- KISSINGER,
H. La pandemia de coronavirus alterará para siempre el orden
mundial. The Wall Street Journal. Nueva York, 03/04/2.020.
4- SCHEIDEL,
Walter. Por qué los ricos temen a las pandemias. The New
York Times. Nueva York, 09/04/2.020.
5- DE
BENOIST, Alan. Después del coronavirus. Traducción de
Nomos, Filosofía y Pensamiento Estratégico. Buenos Aires,
17/04/2.020. Disponible en:
https://nomos.com.ar/2020/04/15/despues-del-coronavirus/?fbclid=IwAR3No24koh5o9PoY2Ogv8cZNAFVkMHxGOFc9gX17SYhco3ThVMuitSW8MmI
6- BYUNG-CHUL
HAN. La emergencia viral y el mundo del mañana. Traducción
de Alberto Ciria. Diario El País. Madrid, 22/03/2.020
7- PERÓN,
Juan Domingo. El Modelo Argentino para el Proyecto Nacional.
Buenos Aires, 1.974. Ediciones de la Bandera. Buenos Aires, 1.974.
8- SCHMITT,
Carl. El orden del mundo después de la Segunda Guerra Mundial.
Conferencia en el Instituto de Estudios Políticos de Madrid,
21/03/1.962
9- Véase:
El Ejército y el COVID-19, disponible en:
https://www.argentina.gob.ar/ejercito/covid-19
10- PERÓN,
Juan Domingo. Ídem.
11- GÓMEZ
DÁVILA, Nicolás. Escolios a un texto implícito. Instituto
Caro y Cuervo. Bogotá, 1.992.